domingo, 13 de diciembre de 2009

Me he comido un chochito de ángel

Los angeles tienen chochito y yo, hoy, me he comido uno. Dicho sea de paso, el angel se me ha comido el rabo. Podemos decir, en el argot futbolístico, que hemos quedado empatados. El suceso ha sido totalmente inesperado. Quiero aclarar que tambien estoy dispuesto a comerme un chocho de madurita, pero bien cuidado y afeitado. Me gustan afeitados.

Hacía mucho tiempo que no subía en un tren, pero, oooh, el destino me ha conducido a coger un tren, prácticamente, hacias las tres de la tarde, en los alrededores de una de las grandes ciudades de España. He comprado el billete, de un trayecto que dura, dura, dura, una hora aproximadamente. Y ya en el andén de la estación he empezado a sentir ese ambiente de libertad que en ocasiones me gusta disfrutar.

En el andén eramos una docena de personas, pero dos, dos mujeres jóvenes con pantalones vaqueros ajustados, chaquetita corta ajustada y tacones de aguja, no pasaban despercibidas, por lo menos para mí. Las dos morenas, buenos pechos, venían a sobresalir claramente, y culitos redonditos y subiditos. Dos caramelitos, bueno caramelitas, solas y, al parecer sin compromiso. El cruce de miradas, como he dicho en un ambiente abierto, me han calentado.

Sin embargo, al subir al tren hemos seguido caminos diferentes. Soy de los que piensa, muy liberal, que la mujer me ha de abrir la puerta, es decir, la piernas. No sólo ha de cruzar una o dos miraditas, porque puede padecer de estravismo y luego rechazarme. No tengo miedo al rechazo, pero no me gusta. El mensaje ha de ser claro.

Despues de media hora de viaje un tanto aburrido, en una estación del trayecto, he tenido la suerte de que en el asiento de enfrente se me sentara una "rubita" muy "bonita". Y al sentarse me ha dicho "Hoolaaa". Ya en ese momento he pensado que había química. Le he contestado "Hola, qué hay..." Lo he dicho, prácticamente, con la misma entonación de ella, abierta y sugerente. Me ha gustado su expresión.

Viajo bastante y me encuentro con mucho zopenco y zopenca que no son capaces ni de decir hola. Siempre pienso las oportunidades que se pierden simplemente por no ser capaces de abrir la boca, ¿qué pensaran?

Circulábamos en la parte izquierda del tren en dirección norte y ella de espaldas a la dirección de circulación, a esa hora, le daba el sol de cara. A mí no, yo estaba en la sobra. Le he ofrecidocambiarse y amablemente me ha dicho que no que prefería tomar un poquito de sol.

La mujer, jovencita, un angelito, le hago entre unos 25 y 30 años, vestía una chaqueta blanca, tipo chaquetón, pero muy corto, un jersey de punto de color rosa con un escote grande y una minifalda de pliegues con cuadros, como escocesa. Por último, llevaba unas medias de color rojizo que le hacían juego con el sueter. Los zapatos muy finos parecían zapatillas. Sobre la ropa interior hablamos luego.

La chica ha sacado el móvil y se ha puesto un auricular, ha apoyado un brazo en la ventana, ha cerrado los ojos y como si estuviera oyendo música, que no lo dudo. En esos momentos iniciales, como llevaba gafas oscuras, sin ningún rubor, he clavado mi mirada en su cara, parecía un angel. Bien pintadita, los párpados bien coloreados, los pómulos rojizos, las ojeras con un poco de polvo plateado. Y encima unos pocos granitos venían a proyectar sus deseos y su juventud. Un cuello muy fino con una bufandita que le cerraba el cuello y que mas bien parecía una "braga". El pelo rubio tirando a rojizo, cabellera fina y larga, le llegaba hasta el cinturón de ese chaqueton blanco que, a estas alturas, ya se había abierto.

La faldita de pliegues le cubría la mitad de los muslos que a estas alturas todavía los tenía cerrados. Unas piernas mas bien morenitas. La chica daba toda la impresión de cuidarse, incluso de tomar el sol.

A la chica no le quedaba ninguna duda que le estaba mirando fijamente, aunque dismulaba. Ella, de vez en cuando abría los ojos y miraba a todos lados. Poco a poco hemos ido cruzando las miradas e intensificando el sofocón. Mi corazón ha empezado a insuflar sangre a la cabeza, pero no a la cabeza que hay arriba del cuello, no, a la cabeza de la poya. Empezaba a notar como palpitaba contra los pantalones. Pero, también he notado que ella empezaba a humedecer sus labios, primero moviéndolos y luego con la lengua. Me gusta ese gesto de sacar la lengua para humedecer los labios. Ese es el principio. También he notado que empezaba a tragar saliba, que movía las piernas aún cruzadas hasta que finalmente mirando a un lado y a otro ha abierto las piernas.

Pensar que la tenía enfrente. Si habéis ido en un tren, las rodillas tropiezan, y ahí nos tienes a los dos sin darnos cuenta abriendo y cerrando las piernas. Cuando me he dado cuenta he pensado que si seguíamos así nos ibamos a correr los dos. Imaginar que todo esto ha sucedido en un viaje de 30 minutos.



Cuando me he dado cuenta la faldita estaba llegando a la altura del final de las medias. Se le empezaba a ver la carne de los muslos. Poquito, pero yo, y mi imaginación, hacíamos el resto. A nuestro alrededor ya había mucha gente y estamos apunto de llegar a la ciudad. No he dicho que tenía unos ojos marrones que con la luz del sol se quedaban preciosos. Imaginaros, un angelito achuchándose el coñete, abriendo y cerrando las piernas, enseñándote los muslitos, ya casi el chochito, y yo ¿qué podía hacer? Fantasear. Lo único que he pensado es eso del fútbol !Este partido, lo vamos a ganar! !Este partido, lo vamos a ganar! !Este partido, lo vamos a ganar! Es decir, he pensado este chochito lo vamos a pelar, este chochito lo vamos a pelar. Me lo he repetido varias veces para convencerme.

Al llegar a la estación, nos hemos levantado los dos los últimos, he pensado, una buena señal. Sin embargo, no he querido precipitarme. Le he seguido para ver si me lo ponía fácil y así ha sido. Le he seguido un trayecto no muy largo. En el primer semáforo nos hemos mirado y he sentido la aprobación. Total que a las dos o tres manzanas se ha metido en una casa de ropa de hombres y mujeres. Al momento, he decidido seguirle y entrar. Se ha puesto a mirar ropa interior, lencería y ni corto ni perezoso me he puesto a su lado y le he empezado a hablar de cuál le sentaría bien y cuál mejor. La verdad es que aún pequeñita lo tenía todo en su sitio y un culo apreciable.

Le he propuesto comprarle unas braguitas si me daba las que llevaba. Pensé que las debía tener mujadas y que llevaba un trofeo. Me ha dicho que sí, me ha seguido el juego. Y le he pedido que se las probara y cambiara conmigo delante. Había química. A la chica le ha gustado la propuesta. Hemos entrado en los probadores, hemos cerrado, y ahí ha empezado la fiesta. La chica no se atrevía pero estaba caliente. Está claro que se había venido del pueblo a pasar la tarde y darse una alegría al cuerpo, y ahí estaba yo para cumplir sus deseos, su sueño, y el mío.

Se ha tirado las manos a las bragas para quitárselas y me he abalanzado sobre ella para pararla. Eso me tocaba a mí. Mirando al espejo, ella de espaldas, cuerpo a cuerpo, le he subido la faldita y le he ido despacito bajando las braguitas, muy finitas, pero braguitas. Para ese momento ella ya estaba con una mano acariciándome el paquete. Luego me he agachado, le he subido la faldita y mientras le bajaba las braguitas me he deleitado con el chochito. Afeitadito dejando entrever como un "penacho" de indio, o un flequillito. Aún sin quitarle de los pies las bragas, y con los dedos en su culo, le he metido la lengua directo en los labios restregándola contra el clítoris. Cogiéndome la cabeza y aguantando la excitación la chica ha empezado a emanar líquidos. Olía y sabía a cielo. Al palparle las nalgas he notado todo el culo erizado, excitado. Eso me gusta, significa que lo haces bien y que está disfrutando.

Me ha quitado con fuerza la cabeza de su entrepierna me ha levantado, no he puesto resistencia, se ha agachado, me ha abierto la bragueta y ha sacado todo el rabo que para esos momentos estaba como llorando, le caían lágrimas por todas partes. Lo ha cogido entre sus manos y lo ha agitado como si fuera un salero para terminar engulliéndolo. He vuelto al cielo.

Ante la situación, y dado que no teníamos fácil el final, hemos decidido tirar el resto en un pañuelo que llevaba. Mientras ella sacudía coin fuerza la caña yo le masturvaba con granfacilidad porque tenía el chocho completamente húmedo. Ha sido rápido mientras soportámos los primeros golpes pidiendo que nos diéramos prisa que había otros clientes.

Me he compuesto le he dado el dinero para las bragas me he llevado anotado el teléfono de ella y he salido corriendo porque aunque me había despistado había quedado para comer. Lo ha comprendido. HOy le he comido el chocho a un ángel y no es broma. Una preciosidad. Si me lee que sepa que volveremos a vernos, le llamaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario